miércoles, 13 de octubre de 2010

Dos de una tacada. Japón y Malasia.

Tenía una cuenta pendiente con mi afición a las dos ruedas ya que todavía no había escrito nada sobre las dos últimas carreras y quiero transcribir algunas de las sensaciones que me transmitieron.


Las imágenes que quedaron grabadas en mi retina fueron las de los adelantamientos entre un Valentino Rossi que volvía por sus fueros y un Jorge Lorenzo que se tuvo que rendir a la evidencia.

Y lo evidente es que pocos pilotos hay capaces de disputar y ganar de tu a tu al campeón de campeones que es Il Dottore. Gustará más o gustará menos pero el caso es que el italiano ha llegado a dominar estas maquinas a un nivel tan alto que puede permitirse el lujo de arriesgar y apurar y trazar las curvas por sitios que otros pilotos ven como una trazada imposible de hacer sin terminar besando el duro y gris asfalto. Porque Valentino es así, y se mete por donde puede y sale por donde le dejan, y no se cae. Y todo le sale bien. ¿Todo? Todos lloran cuando Valentino les hace una treta de las suyas...pero él también llora. Y me haré pesado con esto, pero no olvidaré el cabreo que le pilló cuando Toni Elías se lo fulminó en Portugal, ganándole la partida sin contemplaciones. El manresano impuso su garra y tuvo su buena dosis de suerte para ese día.

Cuando oí las declaraciones de Lorenzo tras la carrera, un poco enfadado por la actitud de su rival de equipo, no entendí muy bien cual era el motivo de la queja. O el mallorquín no ha visto nunca competir a Rossi o yo no lo entiendo. Vamos a ver Jorge: si sabes que el puto crack de los últimos tiempos montado sobre una moto sobre el alquitrán está en la situación que está, que hace tiempo que no gana y tiene un hambre que ni una barra de pan con su crema de cacao se la quita y que, además, esto de la lucha cuerpo a cuerpo le tira más que un caramelo a un niño ¿pa qué te metes? Si tienes un colchón de puntos y entras al trapo, ya sabes lo que hay, Valentino no va a dar su brazo a torcer, por mucho que te tenga que echar una mano.

Las declaraciones de Rossi, sin embargo, eran lo que son siempre, una explicación vista desde su propio prisma, justificando unas acciones que benefician el espectáculo, aunque en Yamaha estuvieran mordiéndose las uñas.

Para mí es indudable que esas dos últimas vueltas crean afición y que, si no se caen, por mi pueden seguir.


Y seguirán, es indudable, aunque el mallorquín demostrara este último fin de semana que se guardaría muy mucho de pelearse con alguien que sabe que le puede. De Japón nos llevaron a Malasia y en una semanita volvíamos a tener motos, para nuestro goce y disfrute.


Esta vez no había que madrugar tanto y a las siete menos nada el que escribe ponía el televisor en marcha para deleitarse con otra exhibición del pequeño gran Marc Màrquez que se pone líder en el octavo de litro.

Y luego vino Moto2.

Me pongo de rodillas y le hago la ola a quien creo que se merecía un Mundial desde hacía mucho, mucho tiempo. Me encanta su forma de pilotar, la imagen que da, lo que dice y como lo dice. Pero ha sido el típico caso de falta de suerte. Cuando reparten suerte, a algunos no les toca nunca y este parecía ser el rol que tenía asignado Toni. Perder, por un motivo o por otro, la mayoría de ellos injustos. Pero Toni no se ha rendido nunca y al final la estrella, su estrella, le ha guiado hasta conseguir de una puñetera vez su primer título mundial. Espero que sea el principio de una gran amistad entre él y las victorias. Felicitats Toni! A ti y a los tuyos.


Con mi querido Dani Pedrosa fuera de combate y anunciando que no iba a correr en Sepang, Jorge lo tenía muy fácil para erigirse como justo campeón y relevar a Àlex Crivillé como segundo español en conseguir un título mundial en la categoría reina. Lo único que tenía que hacer era conseguir una novena posición, algo que ya ha demostrado que podía lograr sin demasiado esfuerzo, viendo su historial esta temporada. Y lo hizo.

Evitando peleas innecesarias cruzó cuarto la línea de meta. Y hubo gran regocijo.


Quiero hacer un apunte. Un apunte con un velo de tristeza que he preferido dejar para el final, para no ensombrecer de buenas a primeras este retomar de escribir sobre las motos.

Después del terrible accidente que sufrió Shoya Tomizawa, ese maldito accidente que nos dejó huérfanos de un piloto con mucho talento, de quien todo o casi todo se ha escrito ya, se llegaba al Gran Premio de Japón, a disputar en el circuito de Motegi. Me causó mucha impresión ver la entereza con que la familia recibía las muestras de condolencia, como el libro en el que los aficionados pudieron escribir y transmitir sus mensajes de pésame o el trofeo al mejor piloto de la categoría, así como la retirada de su 48, que ya ningún piloto volverá a lucir en su carenado.

Analizándolo en frío y en mi opinión, el trofeo Michel Métraux no tiene mucho sentido en esta categoría, ya que por un lado se premia al mejor piloto privado y en Moto2 todos lo son y en este circo todavía no se ha representado la ultima función. Además, el mejor piloto ha demostrado serlo nuestro grandísimo Toni Elías, que por fin tiene la recompensa a tantos años de esfuerzos, sacrificios y desesperantes decepciones.

Fue un bonito gesto por parte de todos los pilotos; un gesto que, como los otros, la família agradeció con una serenidad y una compostura dignas de los samurais. Nos vemos en Australia.


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