jueves, 14 de octubre de 2010

Perdonen, pero ¿tienen otro planeta? Es que el nuestro está en las últimas

¡Qué liberador puede ser volver a ver el cielo después de más de dos meses con una roca como techo!

La pasada madrugada sucedió un hecho del que estuvieron pendientes más personas que del Mundial de fútbol de Sudáfrica. Es sorprendente la mediatización que se ha hecho del hecho. Gracias a la tecnología se ha podido retransmitir en vivo y en directo todo lo relacionado con ello.

Ahora lo podremos averiguar todo sobre esa gente, sus vidas, sus aficiones, el número de hijos. A mi particularmente solo me interesa saber como termina la historia del minero al que esperaban su esposa y su amante.

La realización de labores de rescate de unos mineros en Chile ha generado unos niveles de audiencia espectaculares. Si no me fallan los cálculos, uno de cada 6 habitantes de este planeta estaba pendiente de unas vidas soterradas 700 metros bajo el suelo. Ya fue todo un milagro que sobrevivieran cuando la Tierra los engulló en el derrumbe de la mina San Estebán de Copiapó, han pasado 70 días sepultados, conviviendo en compañera soledad, aislados del mundo exterior, que ha seguido girando y girando. Ellos habrán girado en sus entrañas, más cerca del corazón de Gaia.

No deja de sorprenderme la no ocurrencia de una desgracia, tanto en los momentos iniciales de esta odisea, como en los últimos instantes de la misma porque, que 33 personas sufran un accidente y queden atrapadas, se puedan localizar y se confirme su estado de salud, luego se las alimente mientras se hacen los preparativos para sacarlas de allí y encima la operación salga bien, no entraba dentro de mis pesimistas presagios. Y yo que me alegro.


No puedo alegrarme, en cambio, del vertido que sucedió en Hungría y que ya ha supuesto la muerte de siete personas y de una parte importante de la vida fluvial de este y sus países vecinos, con la amenaza de una nueva ruptura de los diques que contienen los residuos tóxicos procedentes de la transformación del alumínico metal. La desgracia ocurrida ya no me sorprende tanto, porque tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Y el cántaro se rompió, y esparció su veneno, salpicando y matando a su paso.


Es lamentable el trato que le damos al planeta que nos da cobijo, que nos dio la vida y nos mantiene en órbita, dando vueltas alrededor de un Sol que nos calienta. Igual como encuentro lamentable el trato que nos damos a nosotros mismos, permitiendo que se nos manipule y se nos explote, estando enrolados en un sistema que únicamente se perpetua en beneficio de unos pocos.

Ahora mismo yo tampoco estoy para gritar ¡basta! Escribo basta con la yema pequeña, rozando las teclas para no hacer ruido, consciente de que formo parte, de que soy parte de un engranaje de una maquinaria que no funciona bien.


Hoy se han hecho públicos unos datos que a mí me parecen escalofriantes, aunque ya hacía tiempo que se venía diciendo algo por el estilo.

Resulta que necesitamos otro planeta. Sí, sí. El nuestro ya no podrá mantener nuestro ritmo. Yo creo que a esos pocos beneficiados tampoco les interesa encontrar fórmulas para que lo haga, cosa que, por otro lado, yo encuentro que sería más fácil de lo que nos quieren hacer creer.

Mi apuesta es apoyar, propagar, propiciar y otros verbos positivos que acaben en ar, la eliminación de la industria armamentística y su reconversión en la investigación y el desarrollo de materiales y energías que sean biodegradables, sostenibles, limpias e incluso que aporten residuos aprovechables. Hay recursos y tecnología suficientes para intentarlo, lo cual es básico para poder seguir habitando en este mundo y no tener que emigrar a otro, con el más que probable trágico y dramático resultado para ese planeta y sus habitantes.

El otro día, con un colega, tuve este presentimiento: imaginamos un futuro próximo, como en las películas o las series de ficción, pero no seríamos nosotros los que seríamos sometidos al yugo de una especie alienígena, como la mayoría de ficción nos muestra.

Nosotros seríamos los tiranos, los chungos. Ya lo somos actualmente entre nosotros y la Historia nos demuestra que siempre hemos tiranizado y nos hemos aprovechado de lo que hemos considerado una civilización inferior, ya fuera por razones de raza o de religión, aunque siempre, al fin y al cabo, lo hayamos hecho por motivos económicos.

Y será la economía, en mi opinión, la que nos destruya si no cambiamos nuestra forma de ser. O lo hace la economía o lo harán unos extraterrestres más chungos que nosotros.











1 comentario:

  1. No creo q pueda haber extraterrestres más chungos que nosotros. No por extraterrestres, sino porque no puede haber ninguna especie más chunga que la raza humana. Que permita que medio mundo se muera de hambre, que no le importe destruir su propio hábitat y que se maten entre ellos. Es imposible que exista una especie tan inútil.

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