Muchas cosas han pasado en
este mes de inactividad. Cosas que han despertado mi interés y mis
ganas de escribir, pero que han pasado de largo y se han incorporado
a la historia. La que más me impactó fue la decisión de Benedicto
equisuvepalito, de dejar el cargo de Sumo Pontífice porque las
fuerzas lo habían abandonado. Este motivo, a mi humilde entender,
era una clara demostración de que el mayor cargo de la Iglesia
entraba en una contradicción sin precedentes. ¿Cómo se puede
abandonar un puesto así, el cual está dictaminado por su Dios, con
semejante excusa? ¿No es acaso Dios tan sumamente poderoso como para
llenar de fuerzas a un vejestorio para que siga balbuceando sermones
y paseando su blanca túnica de aquí para allá? Si Dios no te llena
de fuerzas a ti que eres Papa... mal vamos.
Para uno que dimite. No
como en este país, que ni estando imputado, o sea, siendo sospechoso
de delito, nadie abandona su silla.
Lo del Santo Padre no
consiguió hacerme sentar delante del teclado. Lo del robo a las
cuentas de ahorros chipriotas, si.
Vaya usted a saber porqué,
cuando Chipre para mí no es más que una pequeña isla que me suena
más por "La Ruta del Tesoro" (juego parecido al Monopoly)
y porque uno tiene ciertas inquietudes y descubrió hace un tiempo
que en Chipre hay una estación de esquí. Pero sí, el interés por
Chipre tiene un motivo y sí, es el intento de robo por parte de la
troika de una parte de los ahorros que en sus bancos tienen
ingresados, tanto los chipriotas como gente de otras nacionalidades
que, por lo visto, usaban los bancos de Chipre para blanquear
capitales de dudosa procedencia. Pagando justos por pecadores.
Había muchas maneras de
hacer las cosas, pero el triunvirato implacable formado por la
Comisíón Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario
Internacional decidió, la madrugada del viernes al sábado, volver a
jugar a ser dioses y echar una partida a su Monopoly particular, a
ver qué pasaba. Mejor hubieran hecho en salir de fiesta, les podría
haber recomendado un par de sitios donde ir a menear el esqueleto en
vez de dar dolores de cabeza al personal con sus descabelladas ideas.
Dejando
a un lado lo que yo les haría a los dirigentes de estas tres
instituciones (y a muchos más, pero, de momento, a estos), el trío
calavera ha provocado que desde el fin de semana no se hable
prácticamente de otra cosa y que los bancos chipriotas estén
cerrados, impidiendo que se pueda sacar el dinero allí ingresado.
Sala
i Martín ponía de manifiesto una teoría, no suya, maligna según
él, que postulaba que esto que había sucedido era un plan
minuciosamente trazado por parte de Merkel & Cía. para castigar
los excesos y conseguir que cada vez más la gente solamente vea
fiables los bancos alemanes. Piensa mal y acertarás.
Yo
tengo un par: o los propios encargados de mantener el sistema están
haciendo lo posible para reconducir a este hacia uno más extremo o
el propio sistema no sabe hacia donde va y se está suicidando poco a
poco.
Algunos
se aventuran a decir que ha sido un experimento para ver el
comportamiento de la población.
Sea
como sea, el caso es que ya nada es seguro. Ni el ahorro ni el
despilfarro tienen premio.
Europa
ha querido y tenido a Chipre bajo su regazo, aún siendo un paraíso
fiscal y saberse de sus excentricidades bancarias mientras le ha
interesado. Igual que hizo con Grecia.
Ahora,
en una, de momento, incomprensible decisión, exigen un derecho de
pernada sobre las cuentas de los ahorradores cuando las grandes
fortunas ya saben cómo hacerlo para seguir engrosando las suyas sin
que nadie las viole.
Una
vez más, la canciller alemana vuelve a meter el miedo en el cuerpo a
la clase media, haciendo buena a Margaret Tatcher.
Esta
vez les ha tocado el turno a ellos. Es muy probable que mañana o
pasado, a juzgar por la negativa del gobierno español, nos toque a
nosotros.
A
mí, personalmente, me importa muy poco. Hace tiempo que me pulí mis
ahorros y en el banco resta una cantidad simbólica para no quedar en
números rojos. Pero mucha gente está acongojada.
Crecí
con la idea inculcada que uno no puede gastar más de lo que ingresa
y que, si querías algo, debías ahorrar para poder comprarlo. Así
con todo. Hasta pasados los treinta no fui al banco a pedir un
crédito. He tardado en darme cuenta que el sistema funciona de forma
distinta. Llego tarde, ahora que han cerrado el grifo.
Debes,
es tu obligación, gastar más de lo que tienes, solicitar préstamos
a diestro y siniestro y vivir siempre con el agua al cuello, incluso
si puedes ahogarte un poquito está más bien visto que si intentas
mantenerte a flote, aunque sea a costa de dejarte los pulmones
hinchando tu flotador.
En
mi sabida opinión, debería darse un giro a toda esta locura.
Debería hacerse un alto, meditar un ratito y tomar el rumbo de la
humanificación. No queda otra salida que humanizar el sistema en vez
de quitarle todo rastro de vida como se está intentando, con
demasiado éxito por cierto. El sistema se nutre de las personas, de
una gran clase media que el propio sistema está destruyendo, a ellas
se debe.
Debería
darse cuenta, de una puta vez.