jueves, 8 de diciembre de 2011

Economía liberal para no economistas y no liberales, de Xavier Sala i Martín

Xavier Sala i Martín podrá ser muy buen economista pero parece que haya perdido la capacidad de razonar fuera de los parámetros del poder de los mercados. Acérrimo defensor de la economía de libre mercado, parece que no tenga en cuenta que quien hace moverse el mundo, por suerte y de momento, son las personas.

Parece que de vez en cuando se acuerde de que existen otros factores como el medio ambiente o la explotación laboral. Pero eso pasa muy de vez en cuando.


Quizá haya leído el libro con demasiados prejuicios pues discrepo del autor en muchos casos. Por ejemplo, pienso que el progreso no puede llegar a todo el mundo mientras no se descubra una fuente de energía limpia, segura y renovable, cuando resulta que hay que decrecer. Me gustaría saber en qué se basa para pensar y querer que se genere más crecimiento y más riqueza cuando está visto que un crecimiento infinito en un planeta con unos recursos finitos no es viable, no es posible y es la mejor manera de exterminar la vida.


También he encontrado alguna falta de ortografía (aunque después de lo de 'cabo' no sé si tengo derecho a comentar nada relativo al tema).

La última parte del libro recoge artículos que el autor escribió y publicó en varios periódicos pero, teniendo en cuenta que han pasado más de diez años, he considerado que no valía la pena perder el tiempo con ello.


Pasando página tras página, teniendo en cuenta que hasta la veinticinco todo es prólogo, al llegar a la número treinta me empezó a dar mala espina. Claramente este tipo únicamente ve las cosas desde su balcón.

Tres páginas más y suelta una de las numerosas perlas con las que nos va a entretener. Cito traduciendo del texto original: “ ...para que una economía de mercado produzca los bienes y servicios que piden los consumidores es importante que no haya monopolios, sino competencia entre las diferentes empresas”. A lo que yo me pregunté: ¿qué pasa cuando esas empresas se juntan y forman un monopolio?

Sigue con que “...la posibilidad de escoger libremente entre diferentes alternativas hace que el intercambio voluntario a través del mercado sea beneficioso para las dos partes.” Y llegados a este punto me acordé de las famosas agencias de calificación. Estas empresas han creado un monopolio de manera que se hace imposible escoger libremente y el beneficio de sus acciones tan sólo les beneficia a ellos.


Más adelante se dedica a alabar las virtudes de países que se han abierto a la economía liberal, criticando de mala manera a los países con tendencias marxistas o comunistas. Habla de riqueza milagrosa cuando debería llamarla virtual. Y parece excitarse con los éxitos económicos de esos países sin que se pregunte ¿a qué precio?


Página 47. Las economías de mercado premian y valoran el trabajo bien hecho. ¿Es por eso que las grandes fortunas están en manos de los especuladores? Si eso es trabajo bien hecho, que me perdonen por llevar trabajando mal todos estos años.


Encontré francamente curioso que no hablara de que un factor muy importante de la pobreza en los países africanos sean los prestamos abusivos y los aranceles que deben pagar a entidades como el FMI. Entidad de la que el autor es partícipe.


En pocos puntos puedo coincidir con él, pero sí lo hice cuando leí que criticaba las privatizaciones de empresas públicas a amistades del presidente del gobierno de turno a precios reducidos.


En la 69 se dedica a disertar sobre el papel del gobierno visto desde la derecha y desde la izquierda de manera bastante llana y comprensible, una tónica que sigue en casi todo el libro y que un lector como yo agradece sobremanera. En algún punto también menciona obras de consulta, pero si son demasiado complejas para un neófito en la materia nos advierte de ello.

Volviendo al tema gubernamental, destaco que, según él, el gobierno debe centrarse en sus obligaciones (obligaciones que no siempre realiza con unos óptimos resultados) y no intentar inmiscuirse en tareas que le vienen demasiado grandes. Su planteamiento es que si no hacen bien ni lo que les atañe, ¿cómo van a ser capaces de regular la economía de forma eficiente? Coincido.

El gobierno administra un dinero que no es suyo y tiende a hacer demasiado gasto y a gastarlo mal, punto en el que también coincido con el autor, por lo que piensa que hay que limitar la actuación del Estado. Lo que me resulta fascinante es que Xavier Sala i Martín no encuentre ningún fallo en la economía. Si algo falla es por culpa de otros factores, como la intervención del gobierno. Parece como si la economía de libre mercado siempre tenga o deba tener razón, al precio que sea y cueste lo que cueste. La culpa NUNCA será suya.

Ahora bien, cuando el sistema económico se ha resquebrajado, han sido oficialmente los gobiernos quienes han insuflado aire fresco a esa economía de libre mercado que tanta libertad reclama y que no se quiere encadenar a las regulaciones estatales. X.S i M. parece no tenerlo en cuenta.


Otro punto coincidente es el de criticar instituciones caducas, como la OTAN. Hay centenares de ejemplos. Instituciones que se crearon con un fin y que, una vez superado o solucionado el problema tienden a reinventarse para perpetuar su riqueza sin pretender perpetuar sus valores.


Adentrados en el capítulo seis, Sala i Martín se dedica a tildar de sabio loco a aquél inventor que dedique su vida a hacer algo por, simplemente, aumentar los conocimientos de la Humanidad. Ensalza asimismo las supuestas virtudes de los derechos de propiedad intelectual.

Parece que el altruismo es algo que ni pasa por la cabeza del economista y que, de suceder, debería ser castigado o penalizado por no desear un beneficio propio, egoísta e individual. Parece que es malo pensar en el bien de los otros sin que ello implique llenarse los bolsillos.


Capítulo ocho. La globalización. Como no podía ser de otra forma, la globalización, según el autor, es de lo más positiva. Para mí también sería positiva si no estuviera influenciada por tantos factores “malignos”.

Habla de la globalización y me paro a pensar en que es mucho más fácil que viaje un producto que una persona.

Por suerte menciona los impedimentos legales que tienen los países pobres para exportar sus productos. Impedimentos que provienen de los países ricos.


En la pagina 94 hace dos afirmaciones en una al escribir que el comercio internacional es bueno para todo el mundo y que el consumidor escoge libremente. Son unas afirmaciones en las que no estoy de acuerdo en absoluto.

El coste de importar determinadas mercancías se ha disparado enormemente, se está intentando retornar al comercio de proximidad y en la actualidad, el consumidor suele escoger influenciado por varios factores, cuando no es engañado o compra ignorando los pros, los contras y las repercusiones.


Capítulo 10, pagina 103 “...la introducción de mercados ayuda a eliminar las dictaduras...”. ¿¡Eso puede significar que en breve asistiremos a la caída de la dictadura mercatorial!? ¡Qué contrasentido!


Capítulo 11. Trabajo infantil. El economista dedica una pagina, y sólo una, al escabroso tema de la explotación infantil, argumentando a favor del esclavismo por parte de grandes corporaciones y concluyendo que las condiciones serían peores si estas empresas no tuvieran en plantilla a menores.


Leyendo el capítulo 13 apunté que el tren de la Revolución Industrial que ha circulado por Europa durante el siglo XIX y buena parte del s. XX lo hizo con la creencia de que el combustible que lo movía no terminaría nunca, lo cual se ha visto que no era así.


En la página 114 me gustaría destacar que X.S. i M. no está de acuerdo en que los países ricos son cada vez más ricos porque explotan a los países pobres. No parece tener en cuenta que a menudo los desastrosos líderes y dictadores de los países pobres estaban apoyados por los intereses de empresarios de países ricos. Las políticas socialistas de planificación quizá habrían funcionado si determinadas naciones no hubieran boicoteado sistemáticamente con embargos su progreso.

En la misma página da un apunte de uno de los principios fundamentales del capitalismo: ”Cuando dos personas intercambian cosas de manera libre y voluntaria en una economía de mercado, las dos salen ganando”. Así escrito hasta parece verdad y todo, igual que el artículo 47 de la Constitución.


La parábola de las bolas y el globo en la página 116 no tiene desperdicio.


De ahí en adelante, en los siguientes tres capítulos, el autor nos da ejemplos de sus argumentaciones con los casos de Rusia, Tailandia, África... siempre con el denominador común de que si el sistema liberal falla es por culpa del gobierno regente, nunca de la avaricia de los mercados y de sus ramificaciones.


Se cierra así la primera parte del libro. La segunda, como ya he comentado más arriba, es un compendio de artículos escritos en varios medios. Leerlos es interesante hasta cierto punto. La lectura es cultura y siempre se aprende, pero suelen girar en redondo alrededor de las bondades del capitalismo y de la economía de libre mercado.


En mi opinión, un libro fácil de leer aunque contrario, en su mayoría, a mi forma de pensar.

Enviaré una copia de esta crítica al autor, a ver qué pasa.




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