miércoles, 21 de septiembre de 2011

La mercatocracia (2)

Todavía no ha salido el Sol cuando empiezo a escribir.


Tras una hora larga dando vueltas en la cama he decidido vestirme y sentarme frente a mi amigo el teclado para escribir un poco.


Resulta que a principios de semana se había hecho un llamamiento para manifestarse delante de las bolsas de varias capitales del mundo e impedir en la medida de lo posible que estas abrieran.


El resultado fue el mismo que cuando los indignados intentaron impedir la entrada al Parlament a los politicuchos que siguen a pies juntillas las directrices mercatoriales: dispositivo policial y desalojo de los manifestantes.


En Barcelona eran poco más de cincuenta, en Madrid unos doscientos y en Nueva York, la pionera, cerca de setecientas personas se dieron cita para denunciar la crueldad de los mercados. Allí, al otro lado del charco, las fuerzas de seguridad también impidieron que los comprometidos pudieran ejercer sus protestas en el modo y la forma que querían.


Los medios de comunicación standard se hicieron eco de la noticia a su manera. Eso es sin darle demasiada importancia ni relevancia, no se diera el caso de que la gente, harta, se uniera a unas reivindicaciones que son justas y, en mi opinión, totalmente necesarias.


Mientras tanto, los que cada día abren las puertas de esos negocios se desternillaban de risa, viendo la inocencia e inutilidad de tales acciones. Ellos, conectados a sus teléfonos móviles de ultimísima generación, siguieron ese lunes especulando y ganando o perdiendo un dinero que no es suyo y que tampoco es real, sin importarles un carajo las consecuencias de sus actos.


¿Quién pondrá freno a todo esto? ¿Quién se va a atrever a dictaminar unas leyes que impidan el lucro excesivo y desmesurado que, además, afecta a miles de personas directa o indirectamente?


De momento nadie tiene la suficiente valentía como para plantarse y detener esos abusos, con lo fácil y beneficioso que sería. Bastaría con la creación de un impuesto sobre las transacciones financieras, desorbitadas en muchos casos, para recaudar unos fondos que impedirían la puesta en marcha de la podadora social.

No puedo dejar de preguntarme, aunque luego haya algunos que entiendan mis dudas como una falta de opinión sobre el tema, quien se beneficia de esta situación.

Situación en la que todos salen perdiendo: la empresa no obtiene beneficios ya que descienden sus ventas, el trabajador no puede adquirir ciertos productos porque su limitado sueldo no le basta y encima tiene que hacer frente a los recortes que le afectan, los bancos ajustan cada vez más sus márgenes de manera que sus clientes deben empezar a pagar por unos servicios que antes regalaban (eso sí, siguen teniendo pingües beneficios a su costa).

Pienso yo que en algún momento la maldita crisis llegará a la cúspide de la pirámide y afectará a quienes ahora se regodean en el desespero de la sociedad, viendo como los gobiernos a quienes han votado obedecen sin rechistar a las órdenes de los mercados a quien nadie ha votado.


En fin, está a punto de salir el Sol, algo que ni la crisis ni la ferocidad de la codicia puede, de momento, evitar. Que tengáis un buen día.


(continuará...por desgracia)

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