Lamentable noticia la de
la aprobación de la ley hipotecaria que ha promulgado esta tarde el
pinochetista gobierno que rige España. Pinochetista, si. Entre
mentiroso y dictatorial este es el adjetivo, uno de tantos, que se
merece esta pandilla.
Una pandilla de mafiosos,
a cual más despreciable, quejosos de las iniciativas que la PAH
lleva a cabo, iniciativas que tildan de fascistas cuando son ellos
los que ejercen el poder fascio. Un poder fascio que, no lo
olvidemos, ha llegado donde está a base de mentiras.
Una pandilla de mafiosos
que adjetiva con mucha alegría a parte del pueblo al que debería
representar, argumentando que sus prácticas son iguales a las que
hacían los seguidores de Hitler con los judíos. Ellos, en cambio,
son un ejemplo de mano tendida, de cooperación y de trabajo en
equipo con la oposición. Ellos no se escudan en su mayoría absoluta
para imponer, ya no su ideología, que no tienen, sino las doctrinas
dictadas por la troika. No, ellos no son los descendientes de ese
partido que aglutinaba a gobernadores franquistas, expresión del
fascismo que se vivió en este país.
Los políticos del PP se
sienten ofendidos ante las acciones que la Plataforma de Afectados
por la Hipoteca hace delante de sus casas. Personas que muestran su
descontento en el mismo hogar de quienes han votado esta tarde que
los que no puedan pagar el crédito que pidieron se queden en la
calle y deban las cuotas, sin poder dar su vivienda como pago
saldando así la deuda. Aunque...¿podían darla cuando firmaron lo
que iba a ser su sentencia? No, cuando los ilusionados firmantes de
una hipoteca rubricaron el contrato ya la ley era abusiva. Aún así,
millares de personas aprobaron con su signatura las condiciones
impuestas. Les parecieron bien, en su momento, las reglas del juego.
Nadie se lanzaba a la calle para pedir una vivienda digna a un precio
razonable, un tipo de alquiler social, otra manera de hacer cumplir
con el artículo 47 de la tan manida y sacrosanta Constitución. Y si
alguien lo hizo se le tildó de loco.
¿Y ahora? La asociación
que dirige Ada Colau presiona para cambiar las cosas en un momento
delicado. ¿Los bancos, a los que se ha inyectado cual yonqui una
sobredosis ingente, van a permitir quedarse con una vivienda que no
vale en muchos casos ni la mitad de su tasación? Las reglas del
juego estaban para beneficiar a los bancos y no a las personas. Y el
Gobierno, con su decisión, sigue arbitrando a favor de los de
siempre.
Ya conocéis mi estima
hacia la rebanación de pescuezos. En mi opinión debería hacerse
extensiva, no solo a políticos, sino también a todo aquel que
permite que estas situaciones nazcan, crezcan, se reproduzcan y nunca
mueran, se reencarnen. En vez de escrachear seria bueno escarchar.
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