Desde el día 11 de
setiembre, la Historia está tomando un nuevo rumbo cuyo destino es
desconocido.
Cuando una persona
maltrata a alguien o a algo pueden pasar varias cosas, entre ellas
que ese alguien o algo se rompa. Y eso es precisamente lo que ha
sucedido durante siglos en la relación entre Catalunya y España.
Los cerca de dos millones
de personas que ocuparon el centro de Barcelona a principios de mes, con una voz unánime que exigía la independencia de Catalunya, se han
hecho notar en el resto de España, con opiniones de todo tipo
aunque principalmente contrarias a la idea. Desde una carta enviada
por Alejo Vidal-Quadras a sus colegas eurodiputados advirtiendo del
carácter bélico, antidemocrático, ingrato, insolidario e
irresponsable del gobierno catalán y, por ende, de sus habitantes,
pasando por susurrar por lo bajini la posibilidad de un estado
federal por parte de un jefe de la oposición, oposición que por
cierto debería empezar a hacerse efectiva pronto, los veredictos que
se han emitido, poco a favor y mucho en contra, han sido de lo más
variado y pintoresco.
La relación
entre Catalunya y España llevaba tiempo resquebrajándose, pero,
como en un matrimonio (este símil no lo ha hecho nadie, soy muy
ingenioso), los años han ido pasando esperando que el tiempo
arreglara la situación. Hasta que la situación se ha vuelto
insostenible.
Los catalanes tenemos una
expresión que reza: ”Cornuts i pagar el beure”, que traducida
literalmente sería: cornudos y pagar la bebida. Esto es, que la
parte despechada de la pareja tiene que pagar las consumiciones de la
parte infiel y, como se despiste, hasta de su amante. El pueblo
catalán lleva demasiado tiempo pagándole los cubatas, la entrada a
la discoteca e incluso la noche de hotel a su calenturienta pareja. Y
además, sumisa, le cambia las sábanas, cual criada obediente.
Catalunya no podía seguir
humillada de esta manera.
Maltratada por un país que lo único que
desea de ella es que siga insuflando dinero a una maltrecha economía
para que sea recompensada con insultos y limosnas, el Estado ha
conseguido que una buena parte de la población catalana salga a la
calle a manifestar su descontento y su manera de salir de esta
situación. El sentimiento independentista de bandera se ha ido
mezclando con el sentimiento independentista de cartera y juntos
han decidido emprender un camino hacia lo desconocido pero anhelado. Y
es que la pela es la pela. Lo que no era desconocida era la reacción
que iba a tener una parte de España frente a las ansias
nacionalistas catalanas.
Algunos de los medios de
comunicación contrarios a la idea, con sus gurús rancios y
oportunistas, han tenido la ocasión de demostrar su patriotismo
español y despacharse a gusto contra Catalunya, esgrimiendo falacias
como la intocable Constitución, carta magna que se vio reescrita por
PPSOE porque así interesaba, con premeditación, estío y alevosía,
hecho que ahora casi nadie recuerda. O amenazando con la
detención y puesta en prisión del President de la Generalitat. O (y en este punto no sé
si cagarme de miedo o descojonarme de la risa) sugerir que las
Fuerzas Armadas tomen el control y eviten la sublevación de la
insurgencia.
Para ciertos españoles es
más importante la indivisible unidad del territorio patrio que otros
artículos de la Constitución que revertirían en un beneficio para
sus conciudadanos.
Es más importante
subvencionar centros privados para una enseñanza íntegra en
castellano que invertir ese dinero en Cultura, fabricar un AVE
deficitario que termina en el Atlántico que hacer el corredor del
Mediterráneo con salida a Europa, impedir a una región su derecho a
decidir que el diálogo y, sobretodo, es más importante mentir para
ganar unas elecciones que tener la decencia de salir a dar la cara
para otra cosa que no sea anunciar recortes y engañar al pueblo.
En fin, los pasos que debe
dar el pueblo catalán deben ser firmes y cautelosos. Deben olvidarse
rencillas del pasado, cosa que no parecen estar haciendo quienes
podrían liderar la izquierda en este punto crucial de la Historia,
olvidar los intereses del partido y ponerse a trabajar para sus
votantes. Deben hacerse las cosas bien, por orden y en orden. Debemos
ser un ejemplo para el resto del mundo.
"Los cerca de dos millones de personas que ocuparon el centro de Barcelona a principios de mes, con una voz unánime que exigía la independencia de Catalunya, se han hecho notar en el resto de España, con opiniones de todo tipo aunque principalmente contrarias a la idea."
ResponderEliminarMe temo que se desconoce la opinión real de la ciudadanía española. Mucho me temo que una gran mayoría -que ni siquiera acudió a las urnas y obviamente no votó al PP- simplemente le importa muy poco la división del estado español y futuro de sus autonomías.
No caigamos en el error de creer todo lo que los medios nos cuentan, ya sabemos que también mienten demasiado a menudo para calentar el ambiente a favor o en contra de su color político.