lunes, 13 de febrero de 2012

La reforma laboral del 2012

Bueno, ya está aquí, ya llegó... la anunciada, temida y (des)esperada reforma laboral. Me niego a leerme lo que a buen seguro sería perjudicial para mi salud mental, suficiente tengo con oír y hojear un poco las noticias de hoy para sacar mis breves conclusiones.


No ha tardado mucho el gobierno popular en hacer gala de su arsenal contrario al trabajador. Sin demasiado escrúpulo se han cargado unos derechos que se habían ido conquistando poco a poco para retroceder en materia de salarios, pervivencia digna en un lugar de trabajo, indemnización por despido, etc. Inclusive se da la opción de rebajar a 20 días y 12 pagas si la empresa demuestra que durante tres trimestres va a incurrir en pérdidas o prevé que las tendrá. No es difícil prever que los gabinetes que se presten a manipular los números se van a anunciar como churros a partir de ahora.


El jueves ya se anunciaba cuando De Guindos salió a escena para aclarar dos cosas: su sometimiento a lo que diga Europa y que piensa que los ciudadanos somos idiotas. Quien a día de hoy siga pensando que al ministro lo pillaron in fraganti cuando hizo esas declaraciones al comisario europeo de asuntos económicos y monetarios puede seguir creyendo en los mundos de Yupi, que le va a ir muy bien. De Guindos hizo esas declaraciones perfectamente consciente de lo que le rodeaba. Sin ningún escrúpulo ni manía lanzó el primer dardo de una lluvia de flechas que ha oscurecido el cielo este domingo.

Además, la respuesta de que la reforma sería fantástica daba una buena muestra de lo que la troika derechista que regenta Europa opina de los derechos de las personas.


Resulta claro y evidente que a la derecha no le importan las personas. Le importan los resultados, los números, los objetivos. Pero eso ya lo sabemos.


Lo realmente preocupante es la resignación o, peor aún, la esperanza puesta en que la reforma va a servir para crear ocupación, que su objetivo es aumentar la contratación, como argumentaba esta mañana el portavoz del grupo popular en el Congreso de los Diputados, en lugar de abaratar el despido, como creo yo.


La segunda conclusión a la que llego es que con esta reforma se va a conseguir bajar el listón a la calidad en el trabajo, ya bajo de por sí, al permitir que un empresario se crea que va a lograr aumentar sus beneficios al despedir a un trabajador que lleva X años en su empresa haciendo sus labores y contrate a uno más joven, inexperimentado pero más beneficioso fiscalmente. Lo único que se va a conseguir con eso va a ser que la calidad del producto o servicio de esa empresa sea cada vez inferior, con lo cual la pérdida de competitividad está asegurada.


Parece que la administración pública también se va a ver afectada. Estaría bien una renovación y una eliminación de chupatintas y calientasillas que tan habitualmente se ven tras las ventanillas. Ojalá que en este ámbito la caza de brujas sea efectiva y justa, dejando tan sólo a aquellas personas que merecen estar en su puesto.


La tercera conclusión es que la valentía demostrada para destruir los derechos de las personas trabajadoras no se aplica ni a bancos ni a mercados financieros, principales culpables de la falta de liquidez crediticia. Sin dinero fluyendo no va a existir creación de empleo, al contrario, su destrucción va a ser más evidente.


Se deja completamente de lado la importancia de que la evolución y el progreso propagan la eficiencia energética y que cada día son necesarias menos personas para que algo se realice. ¿Para cuándo una apertura de ojos y un sinceramiento con el pueblo? ¿Hasta cuándo se va a seguir engañando para sustentar un sistema que cae por su propio peso? Se lucha desenfrenadamente por un crecimiento sin fin cuando la realidad apunta a un finiquito de los recursos del planeta.


En mi opinión no se necesita una reforma laboral. Se necesita una reforma vital, una reforma que permita a las personas vivir de una forma digna. La esclavitud, la tiranía, la censura, tenían que formar parte del pasado, se tenía que luchar para su erradicación. En cambio, con esta enmienda, solo se conseguirá incentivar aún más el sometimiento al fracasado sistema.



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