sábado, 7 de noviembre de 2009

Desafección

Desafección ha sido una de las palabras de moda esta semana, tras el escándalo del caso Pretoria. Yo me pregunto si alguien ha tenido afecto por la política de este país en los últimos tiempos. Lo que un servidor siente sistemáticamente al escuchar las noticias es indignación. Básicamente es la indignación el motor que me lleva a sentarme y escribir. A veces pienso que no tengo derecho a quejarme, ya que en su momento no fui a votar y este es, teóricamente, nuestro ejercicio para cambiar las cosas que no nos gusten. Pero considero el sistema tan lleno de mierda, tan podrido y mal montado, que me quedé en casa, como el 25% de población que no acudió a las urnas. ¿Pà qué? Si, bueno; en principio para poder quejarse libremente, pero lo hago igual desde estas líneas, y además soy leído por parte de mis queridos lectores, con lo cual doy por cumplido mi objetivo. Ya votaré cuando realmente crea que vale la pena.

Por si alguien a estas alturas todavía no está informado y resumiendo muy mucho, Garzón (nuestro mediático juez) ha metido en chirona al alcalde de Sta. Coloma de Gramanet, a dos militantes de Convergència i Unió que en su día fueron altos cargos del gobierno de Jordi Pujol cuando éste era President de la Generalitat y a cinco personas más acusándolas de presunta corrupción urbanística. Mientras las noticias sobre el escandaloso robatorio de Felix Millet se suceden y cada día aumenta más la cifra de dinero hurtado por parte de este personaje de manera directamente proporcional a la que crece el cabreo de la plebe de sentir como se le toma el pelo. Aunque este tipo arranca sonrisas de vez en cuando. Por ejemplo, se dice que llegó a estafar 40.000 euros a sus consuegros con motivo de la boda de su hija. Con un par, si señor. A éste lo metía yo en el Alakrana, con los piratas somalís, ahora que el tema ha vuelto a las portadas.

Creo que puede ser debido a mi falta de estudios (ya que dejé colgado el 1º de Bachillerato en los exámenes finales y me puse a trabajar a los 16) que tengo una visión del mundo un tanto utópica. Si hubiera seguido, quizás tendría otra perspectiva, más formada intelectualmente, con conocimientos sobre política y economía que me permitirían pensar y escribir de otra forma. Pero es lo que hay. Con la formación que me ha dado la vida, mi manera de imaginar un mundo perfecto pasa por dos ideas que, de momento, están muy lejos de convertirse en reales. La reconversión de la industria armamentística y la abolición del dinero. En mi opinión, la globalización real de este planeta debería dejar de lado la producción de armas y munición e investigar la forma de alimentar a los 9.000 millones que se prevé que seamos en unos 40 años. Una de mis esperanzas (y ahora más de uno va a pensar, como mínimo, que estoy chiflado) es la de que por fín vengan de allá arriba y nos saquen las castañas del fuego y nos den todo lo positivo que los expertos en exopolítica anuncian.

Otro anuncio que me ha disgustado y que augura un futuro gris es que no hayan sido capaces de ponerse de acuerdo en Barcelona sobre el tema del cambio climático y que digan que en Copenhague intentaran llegar a una declaración de intenciones. Pues sí. Nos espera un futuro gris, como la nube de contaminación que aparece sobre las cabezas de las personas que habitan en las grandes ciudades, si no se actúa con celeridad. La misma celeridad con la que se deshacen los glaciares de las cordilleras alpinas o los casquetes polares. Entre 4.000 y 5.000 personas de 180 países que se mueven de un lugar a otro, de ciudad en ciudad, pagadas por nosotros y que nunca terminan de solucionar nada. Declaraciones de intenciones. Se ríen de nosotros en nuestra cara y andamos tan preocupados por sobrevivir que no nos quedan apenas fuerzas para hacer nada.

Me voy a comprar el desayuno. Hay que cuidar a estas chicas.

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